martes, 10 de marzo de 2020

El mito de Sísifo




Albert Camus
"El mito de Sísifo" (1942)

Algunos pasajes para leer y familiarizarse con el autor.

Concéntrate en algunos problemas que sugiere:

¿A qué se refiere con "la nostalgia de unidad y el apetito por el absoluto"?
¿Qué significa que el hombre para comprender el mundo lo reduce a lo humano?
¿Qué experiencias de absurdo de la vida has vivido o se te ocurren?

El libro “El Mito de Sísifo”, de Albert Camus, comienza así: “No hay más que un problema filosófico verdadero serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.  


Esta pregunta acerca del valor de la vida es inevitable: “Comenzar a pensar es comenzar a ser minado. La sociedad no tiene mucho que ver con estos comienzos. El gusano se halla en el corazón del hombre, y hay que buscarlo en él”. Lo que ocurre es que “adquirimos la costumbre de vivir antes que de adquirir la de pensar. En la carrera que nos precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo mantiene una delantera irreparable”.

Dice Camus que las grandes acciones y pensamientos comienzan, frecuentemente, en situaciones muy pequeñas y simples. Así también ocurre con la conciencia de lo absurdo de la vida. Como cuando a uno se le pregunta “¿en qué estás pensando?” y uno contesta “En nada”. En ocasiones es solamente para eludir una conversación. Pero nos dice el autor que puede ser también el primer signo de lo absurdo, dado por hallarse frente a un estado de vacío del alma. El hombre comienza a percibirse como un actor distante del mundo, que es un decorado. 

“Suele suceder que los decorados se derrumben. Levantarse, tomar el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el "por qué" y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. "Comienza": esto es importante. La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena o el despertar definitivo”.

Uno de los pilares de la experiencia del absurdo proviene del hecho de que el ser humano desea profundamente comprender la realidad, y para ello lo reduce a términos de pensamiento: “Para un hombre, comprender el mundo es reducirlo a lo humano, marcarlo con su sello. (...) Si el hombre reconociese que también el universo puede amar y sufrir, se reconciliaría”. (...) Esta nostalgia de unidad, este apetito de absoluto ilustra un movimiento esencial del drama humano”.

(...)

“Todo lo que se puede decir es que este mundo, en sí mismo, no es razonable. Pero lo que resulta absurdo es la confrontación de ese irracional y ese deseo desenfrenado de claridad cuyo llamamiento resuena en lo más profundo del hombre. Lo absurdo depende tanto del hombre como del mundo. Es por el momento su único lazo”
“Si acuso a un inocente de un crimen monstruoso, si le digo a un hombre virtuoso que ha codiciado a su propia hermana, me responderá que eso es absurdo. Esta indignación tiene su lado cómico, pero también su razón profunda. El hombre virtuoso ilustra con esa réplica la antinomia definitiva que existe entre el acto que yo le atribuyo y los principios de toda su vida. "Es absurdo" quiere decir 'es imposible", pero también "es contradictorio". Si veo a un hombre atacar con arma blanca a un grupo de ametralladoras, juzgaré que su acto es absurdo. Pero no lo es sino en virtud de la desproporción que existe entre su intención y la realidad que le espera, de la contradicción que puedo advertir entre sus fuerzas reales y el fin que se propone. Del mismo modo, estimaremos que un veredicto es absurdo oponiéndolo al veredicto que, al parecer, imponían los hechos. Del mismo modo también una demostración por lo absurdo se efectúa comparando las consecuencias de este razonamiento con la realidad lógica que se quiere instaurar. En todos estos casos, desde el más sencillo hasta el más complejo, la absurdidad será tanto más grande cuanto mayor sea la diferencia entre los términos de mi comparación. Hay casamientos, desafíos, rencores, silencios, guerras y también paces absurdos. En cada uno de estos casos la absurdidad nace de una comparación. Por lo tanto, tengo razón al decir que la sensación de la absurdidad no nace del simple examen de un hecho o de una impresión, sino que surge de la comparación entre un estado de hecho y cierta realidad, entre una acción y el mundo que la supera. Lo absurdo es esencialmente un divorcio. No está ni en uno ni en otro de los elementos comparados. Nace de su confrontación. 

En el plano de la inteligencia puedo decir, por lo tanto, que lo absurdo no está en el hombre (si semejante metáfora pudiera tener un sentido), ni en el mundo, sino en su presencia común. Es por el momento el único lazo que los une. Si quiero limitarme a las evidencias, sé lo que quiere el hombre, sé lo que ofrece el mundo y ahora puedo decir que sé también lo que los une. No necesito ahondar más. Una sola certidumbre basta para quien busca. Se trata solamente de sacar de ella todas sus consecuencias”.

(...)

“Lo principal está ya hecho. Tengo algunas evidencias de las que no puedo apartarme. Lo que sé, lo que es seguro, lo que no puedo negar, lo que no puedo rechazar, eso es lo que cuenta. Puedo negar todo de esta parte de mí mismo que vive de nostalgias inciertas, salvo ese deseo de unidad, esa apetencia de solución, esa exigencia de claridad y cohesión. Puedo refutar todo en este mundo que me rodea, me hiere o me transporta, salvo ese caos, ese azar rey y esa divina equivalencia que nace de la anarquía. No sé si este mundo tiene un sentido que lo supera, pero sé que no conozco ese sentido y que por el momento me es imposible conocerlo. ¿Qué significa para mí un significado fuera de mi condición? No puedo comprender sino en términos humanos. Lo que toco, lo que me resiste, eso es lo que comprendo. Y sé también que no puedo conciliar estas dos certidumbres: mi apetencia de absoluto y de unidad y la irreductibilidad de este mundo a un principio racional y razonable. ¿Qué otra verdad puedo reconocer sin mentir, sin hacer que intervenga una esperanza que no tengo y que no significa nada dentro de los límites de mi condición?

Si yo fuese un árbol entre los árboles, un gato entre los animales, esta vida tendría un sentido o, más bien, este problema no lo tendría, pues yo formaría parte de este mundo. Yo sería este mundo, al que me opongo ahora con toda mi conciencia y con toda mi exigencia de familiaridad. Esta razón tan irrisoria es la que me opone a toda la creación. No puedo negarla de un plumazo. Por lo tanto, debo mantener lo que creo cierto. Debo sostener lo que me parece tan evidente, inclusive contra mí mismo. ¿Y qué es lo que constituye el fondo de este conflicto, de esta fractura entre el mundo y mi espíritu, sino la conciencia que tengo de él? Por lo tanto, si quiero mantenerlo, es mediante una conciencia perpetua, constantemente renovada, constantemente tensa”.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Ariel, de José Enrique Rodó (2)

Capítulo 2

En este capítulo Rodó discute el problema de la unidad del espíritu en una sociedad que percibe en permanente proceso de especialización

Más allá de las vocaciones personales y profesionales, en cada uno debe velar “la conciencia de la unidad fundamental de nuestra naturaleza”, que nos exige ser “un ejemplo no mutilado de la humanidad”, en la que ninguna faceta del espíritu quede anulada. “Hay una profesión universal, que es la de ser humano”. “Donde no puedan ser actores, sean espectadores atentos”, dice Rodó, aludiendo al disfrute y el cultivo de los talentos que otros representan. Más allá de la debida atención a una actividad determinada, no debemos dejarnos llevar por la cultura de la utilidad, sino estar atentos a la “armonía del espíritu, el destino común de los seres racionales”.

Alerta contra el creciente espíritu de especialización que estrecha la inteligencia, ejerce una visión parcial del mundo, deteriora el sentimiento de solidaridad. Alude para ilustrar esta idea a Comte, para quien la excesiva especialización fomenta espíritus “muy capaces bajo un aspecto único y monstruosamente ineptos bajo todos los otros”. Un solo tipo de ideas, el ejercicio de una sola clase de actividad empequeñecen el cerebro. Comte compara al hombre especializado con el obrero dedicado a una tarea fija en la cadena de producción. Para Rodó, el efecto de este espíritu es inspirar una desastrosa indiferencia por el aspecto general de los intereses de la humanidad.

Atenas logró armonizar las diferentes facetas del alma: lo ideal con lo real; la razón con el instinto; el espíritu con el cuerpo. Por eso Macaulay decía que un día en la vida pública de Atenas es un brillante programa de enseñanza.

Rodó ve en la complejidad de la vida de su tiempo un impedimento para lograr esa armonía, solo posible en la sencillez. No obstante, sí debería ser posible una razonable participación en “ideas y sentimientos fundamentales que mantengan la unidad y el concierto de la vida”, que impida que la dignidad de cada hombre resulte indiferente a los demás.

jueves, 14 de marzo de 2019

Ariel, de José Enrique Rodó (1)


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ARIEL es una obra de José Enrique Rodó publicada en 1900 que tuvo una enorme repercusión. En ella, el pensador uruguayo se dirige a la juventud americana para inspirarla a tomar distancia de la actitud utilitarista con la que caracteriza la cultura de los Estados Unidos de América y su creciente influencia en hispanoamérica. 

Rodó, tal como hiciera antes su maestro Renán, alude en su ensayo a algunos personajes de la obra La Tempestad de Shakespeare, y representa esta visión del mundo con la figura de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza, "a savage and deformed slave", que en el drama shakesperiano aparece por primera vez en escena diciendo “I must eat my dinner”. Frente a él eleva la figura de Ariel, "an atry spirit", genio sutil que obedece los mandatos de Próspero, el Mago. Ariel, genio del aire, expresa:

- la parte noble y alada del espíritu
- el imperio de la razón y el sentimiento
- el entusiasmo generoso
- el móvil alto y desinteresado de la acción
- la espiritualidad de la cultura
- la vivacidad y la gracia de la inteligencia

CAPÍTULO 1
El primer capítulo de los seis que componen el ensayo, trata de la función renovadora de la juventud en la sociedad y la historia.

Ariel se desarrolla como el mensaje con el que un "venerado maestro, al que solían llamar Próspero, por alusión al sabio mago de La Tempestad", se despide de sus alumnos; para él, hablar a los jóvenes de motivos elevados y nobles es un género de oratoria sagrada.

Rodó destaca que la función de la juventud es provocar la renovación de los ideales con “nueva fe, con tenaz y conmovedora locura”.

Habla de la antigua Grecia, a la que se refiere como “primavera del espíritu humano, una sonrisa de la historia”. Dice

“Hubo una vez en que los atributos de la juventud humana se hicieron, más que en    ninguna otra, los atributos de un pueblo, los caracteres de una civilización, y en que un soplo de adolescencia encantadora pasó rozando la frente de una raza”. 

Sin embargo, toma la precaución de distinguir esta actitud con la “graciosa espontaneidad del alma, indolente frivolidad del pensamiento, incapaz de ver más que el motivo de un juego en la actividad”. Grecia tuvo la alegría de la juventud, que es el ambiente de la acción. 

Por el contrario, la senectud se concentra para ensayar el reposo de la eternidad y aleja todo sueño frívolo. Los primeros cristianos se abrieron paso en los corazones de los romanos oponiendo el encanto de la juventud interior (alegría de vivir, esperanza) a la severidad de los estoicos y la decrepitud de los mundanos.

Rodó alude a la pérdida de la fuerza de los ideales, a la desesperanza que detecta en el Siglo XIX. Y se pregunta si en el tiempo venidero los humanos “devolverán a la vida un sentido ideal, un grande entusiasmo; en las que sea un poder el sentimiento”. “¿Será de nuevo la juventud una realidad de la vida colectiva como lo es de la vida individual?

Reflexiona acerca del papel de la educación: cultivar el espíritu de los hijos con la experiencia de los padres, y el espíritu de los padres con la inspiración innovadora de los hijos.

lunes, 4 de marzo de 2019

Rawls: la justicia como equidad

Notas del libro de Swift, Adam (2016)¿Qué es y para qué sirve la filosofía política? Siglo XXI, Buenos Aires.



Rawls (Una teoría de la justicia, 1971) elabora una teoría en la que comprende a la justicia como equidad, e intenta mostrar qué tipo de razonamiento es el adecuado para pensar acerca de la justicia, a partir de un experimento mental que denomina posición original. A través de él busca fundamentar qué principios asumirían las personas para acordar un contrato que organizara la sociedad, si ignoraran determinada información acerca de sí mismas, de manera tal que no pudieran tomar esas decisiones en función de sus propios intereses, sino de manera equitativa. Este velo de ignorancia impide a las personas conocer dos aspectos fundamentales: sus talentos y la posición social que tienen, así como su concepción del bien. Sí saben que tienen “la capacidad para formular, revisar y perseguir una concepción del bien” (46) y que para ejercer esta capacidad necesitan un conjunto de bienes primarios: libertades, oportunidades, poderes, ingresos y riqueza, autorrespeto. La posición original es una representación de un tipo de sociedad que se concibe como “un esquema equitativo de cooperación entre ciudadanos libres e iguales” (46) .

Según Rawls, las personas elegirían estos principios: 

1. Principio de libertades básicas: toda persona ha de tener un derecho igual al sistema total de libertades básicas más amplio que sea compatible con un 
sistema similar de libertades para todos.

2. Las desigualdades sociales y económicas deben ser estructuradas de modo que: 

a) Principio de diferencia: comporten el mayor beneficio posible para los menos favorecidos y, 

b) Principio de igualdad equitativa de oportunidades: estén vinculadas a cargos y posiciones abiertos a todos en condiciones equitativas de igualdad de oportunidades. 

El principio 1 tiene prioridad sobre el 2, y dentro de éste el principio b tiene prioridad con respecto al a. 

De este modo, y en primer lugar, una sociedad justa da a cada miembro el mismo conjunto de libertades y derechos básicos (expresión, asociación, culto, etc.). Luego, de existir desigualdades sociales y económicas, se asegurará de que todos los ciudadanos gocen de iguales oportunidades en el proceso por el que llegan a conseguir o evitar posiciones desigualmente recompensadas. Por último, solo permitirá tales desigualdades si con el tiempo tienden a maximizar la posición de aquellos que están en peores condiciones (48).

Swift enumera alguna de los aspectos comúnmente sujetos a críticas y debates:

- El supuesto del maximin, es decir la creencia de que los individuos normalmente preferirían maximizar el mínimo, evitando riesgos y asegurándose dejar en el mejor lugar posible a quienes les ha tocado la peor posición, en lugar de maximizar la posición media por sobre un umbral mínimo, que es lo que efectivamente la gente prefiere.

- El supuesto de la prioridad de la libertad por sobre la preferencia de los beneficios económicos, es decir la creencia de que los individuos no estarían dispuestos a sacrificar sus libertades si eso les permite asegurarse otra posición material. Rawls comprende que las libertades son fundamentales para seguir la propia concepción de vida, una vez que todas las personas han accedido a un umbral mínimo de bienestar, ya que normalmente un sujeto preferiría comida a libertad.

- El Principio de diferencia pregona que las desigualdades están justificadas sólo si sirven para maximizar la situación de los que están peor, y se relaciona con el argumento de que es necesaria cierta desigualdad para incentivar económicamente a la gente a que realice ciertos trabajos para los que son útiles. Si se paga lo mismo a un neurocirujano que a un boletero de cine, a nivel agregado la sociedad se estancaría y no permitiría el crecimiento de la sociedad en su conjunto, incluidos aquellos que detentan las peores posiciones. No obstante, no significa que no haya que preocuparse por estas desigualdades, o que el ”derrame” ocasional alcance para satisface este principio.

- ¿Quiénes son los más desfavorecidos? En un principio, parecería que lo son aquellos que, simplemente, tienen menos bienes primarios. No obstante, también debería pesar en ese juicio el proceso por el que llegaron a estar en esa situación, ya que si perdieron sus bienes luego de una distribución inicial equitativa debido a la holgazanería o a que la apostaron, la mirada acerca de la evaluación de su posición posiblemente sea distinta.

(c) Filosoferos, 2019